lunes, 19 de agosto de 2013

EL EURO COTIDIANO

   Era diciembre de 2001. Como casi cada día un amigo y yo salíamos temprano a caminar por la montaña para hacer algo de ejercicio. Al regreso entrábamos en un bar y tomábamos un cortado cada uno, que pagábamos alternativamente. Nos costaba 150 pesetas, 75 cada uno.

   Al acercarse las fiestas de fin de año, dejamos las salidas durante unos días porque tanto mi amigo como yo teníamos algunas cosas que hacer.

   Pasadas la fiestas reanudamos nuestra rutina. Pedimos a la señora del bar los cortados habituales y nos pidió cerca de 340 pesetas por la misma consumición que unos días antes nos costó 150.  Ninguna explicación convincente nos dio la señora, salvo que "el meu fill" (mi hijo), le había dicho que ese era el nuevo precio.  Le pagamos, pero  con la determinante decisión de no volver a pisar aquel bar.

  Horas después fuimos a comer al bar de currantes donde lo hacíamos con regularidad, al precio del menú de 600 pesetas. Pero el nuevo precio era de mil pesetas, que  a las pocas semanas se convirtió en 1200 pesetas.

 ¿Qué había ocurrido durante aquellos días de cambio de año?
Pues que el IV Reich había renacido. Que sus camuflados componentes  con máscaras de respetables demócratas se habían  rehecho de la derrota. Y que de nuevo los Panzer y la aviación germanas  habían invadido Europa, esta vez virtualmente; de nuevo la vieja Europa estaba plagada de espías y colaboracionistas al servicio del Reich, con la ventaja para los invasores de que los mismos eran nada más y nada menos que los propios gobiernos de los países europeos elegidos, supuestamente para lo contrario.

   Resulta que los tedescos había desarrollado un arma destructora de los pueblos, lo que no pudieron hacer al final de la guerra, en la que habían puesto su confianza los gerifaltes  del III Reich. Y ahora con el consenso de los gobiernos de sus ya protectorados, lo que no era más que el Marco, la moneda alemana, porque era Alemania la que decidía, a la que a partir de entonces todos llamaríamos Euro. 

   Semejante arma ha sido destructora de las economías del ciudadano normal y sufriente, que por el catetismo que nos caracteriza, la propaganda de los  interesados medios, aceptamos la novedad, como buena. Ha sido un desastre para la economías familiares. Todo se ha encarecido exponencialmente desde entonces. Los ciudadanos  somos cada vez más pobres. No así  unos cuantos servidores del Reich que reciben las migajas de éste, que es el que saquea su imperio. Porque Europa en lugar de ser un territorio  de pueblos cada vez más hermanados y solidarios, que es a donde nos dijeron que íbamos,  se ha convertido en territorio franco de mercaderes salvajes y sin escrúpulos, que nos van arruinando cada vez más.

   Nos han hecho que perdamos la perspectiva del valor real de un producto, del que nos dicen por ejemplo que vale cien euros, y lo abonamos sin percatarnos de que se trata de una cantidad enorme, equivalente a cerca de ¡diecisiete mil pesetas!, Cuando la moneda más grande con la que operábamos antes  era de diez  mil. 

   La importancia que ha tenido el aspecto psicológico ha sido enorme. Nos han convencido durante años, de que siendo mucho más pobres, somos más ricos. Sin duda  es cierto el enriquecimiento de una ínfima minoría de mercaderes y sus servidores de la casta político-financiero-empresarial, pero de ninguna manera lo es para el 90 % de los ciudadanos, que cada vez somos menos ciudadanos y más súbditos. El euro cotidiano nos ha  hecho, por supuesto más pobres. y menos ciudadanos, ya que deciden gente ajena, nuestras vidas. 

Ubaldo Plaza






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